¿Invertir en Industrias Culturales?

20.11.2015 02:15

Solemos aceptar la idea de que fomentar la cultura es influir de forma positiva en el desarrollo de la sociedad. Sin embargo, muchas personas, y entre ellas, políticos y empresarios de todo pelaje que tienen capacidad para influir en la marcha de los países, les da por pensar que invertir en cultura no es económicamente rentable y que, por si esto fuera poco, no es posible saber cuáles son sus beneficios sociales de una manera exacta. Por supuesto, están equivocados.

 

En un país como España, el sector cultural contribuye con el 3,4% del producto interior bruto y es responsable del 2,8% del empleo total; más de 485.000 personas tienen trabajo en este ámbito, y eso hablando sólo del empleo directo. Además, las exportaciones de los productos culturales españoles rebasaron los 522 millones de euros y obtuvieron un saldo comercial positivo de más de 230 millones.

 

Además de las propias cifras del movimiento económico directo que genera el sector cultural, hay otros terrenos que pueden beneficiarse: la cultumetría busca medir el impacto social de la cultura más allá de las razones económicas que puedan justificar cualquier clase de actuación.

 

Por ejemplo, si un mayor presupuesto en la cultura conforme avanzan los años repercute en una mejora en la educación, pero también en el número de parados de larga duración o los índices de delincuencia, entre otras muchas posibilidades.

Es muy complicado evaluar los efectos sociales de la inversión en cultura a corto plazo.

 

Con un histórico de datos sobradamente grande para cruzarlo con otras variables, podemos inferir que, la inversión en cultura crea empleo indirecto e inducido muy útil para que las empresas continúen con su actividad. La inversión, se han elevado los niveles educativos o ha rebajado la tasa de delincuencia, teniendo en cuenta de igual forma “el coste de oportunidad” de no haber invertido.

 

 

Leyendo sobre este asunto, uno se pregunta qué ocurriría si estos estudios de cultumetría se generalizaran y aplicásemos sus lecciones en cada ciudad, grande o pequeña, de nuestros países. Quizá así seríamos verdaderamente conscientes del bien que nos hace a todos el fomento de la cultura.